Fernando Marichal

Lic. Fernando Marichal

Comunicador - Desarrollador

Efecto Batman

¿Nunca te pasó de estar mirando la tele y ver a un millonario (muchas veces deportista de élite) que va a un orfanato con un montón de juguetes, disfrazado de Santa Claus, regalándole alegría a esos pobres niños desamparados?

A que había algo que no te cerraba. Digo están muy bien los esfuerzos de esa persona adinerada por regalarle unos minutos de alegría a esos chiquillos, pero la cosa parece que se resuelve en una ecuación un poco compleja que no cierra del todo.

Lo que quiero decir, es que si uno saca el medidor y empieza a evaluar elementos hay algo que falla. O sea, ese evento es más una puesta en escena o una performance, más que un acto de caridad.

Prendamos la calculadora. ¿Cuánto cuesta el valor de la hora del millonario? ¡Seguramente es altísimo! Entonces el millonario está invirtiendo miles de dólares, probablemente cientos de miles de dólares en esa visita.

Por otra parte, ¿cuánto cuestan los juguetes que el millonario está regalando? Pongámonos generosos y digamos que esos juguetes cuestan a lo mucho 5 mil dólares.

Entonces si hacemos la cuenta, tenemos a una persona (rica) que puede generar un cambio real en la vida de todos los niños de allí, simplemente trabajando las 3 horas que gastó en ir al orfanato y luego entregándoles ese dinero. En lugar de eso el millonario está eligiendo darles algunas bobadas que están muy lejos del valor real del tiempo y esfuerzo del millonario y que para nada van a cambiar la vida de esos niños. Más bien significarán un divertimento por unas semanas en la vida de esos infantes.

Es sin duda un contrasentido, porque se opta por una manera súper ineficiente (pero muy simbólica) en lugar de una forma precisa y útil para todos.

Es invertir demasiado en un evento específico mediático, en lugar de apostar a cambios reales, aunque quizás menos rimbombantes a priori.

Esa ineficiencia corre además para las dos partes. Para el millonario porque la inversión real y tangible que está haciendo no se condice con el beneficio que está otorgando. Por el otro lado tampoco funciona para los niños, que reciben una milésima parte de lo que podrían recibir si el generoso millonario fuese menos torpe organizando su caridad.

Ahora podemos zambullirnos de lleno en el efecto Batman.

La batiseñal

Batman como superhéroe lleva detrás un concepto un poco extraño. Es uno de los hombres más ricos del país, con una gran formación académica, en teoría es una de las mentes más brillantes del planeta, que de la noche a la mañana se pone un antifaz y sale a la calle a luchar contra el crimen.

Esto es cuando menos un poco extraño ya que, como millonario que es, él podría atacar la desigualdad a un nivel mucho más profundo y de mayor impacto para todo el mundo.

Incluso podría, en lugar de concentrarse en hechos delictivos pequeños (o sea, el muchacho que roba una bicicleta, o un carterista), intentar atacar a los criminales de guante blanco, que roban millones de dólares a la comunidad. El impacto que tendría para la sociedad arrestar a esos maleantes de guante blanco sería gigantesco, ayudando así indirectamente al bienestar del sistema todo, y no solo del dueño de la bicicleta.

El hombre murciélago entonces se concentra en la bicicleta o el objeto concreto específico y se olvida de las infinitas herramientas que tiene (como uno de los hombres más ricos del lugar) para luchar contra la injusticia.

En este punto hay que darle la derecha al cómic y a la idea de que la identidad secreta de Batman (Bruce Wayne) sea tan difícil de descubrir. Porque de fondo hay un sinsentido gigante para todas las personas que rodean al multimillonario e incluso a Batman, bah, y para cualquier persona en ciudad Gótica que se ponga a buscarlo.

¿Cuál es ese sinsentido?

Cómo se explica que un millonario, que tiene infinitas posibilidades y el poder real de arreglar de raíz innumerables problemas sociales que desembocan en la mayoría de los crímenes que azotan a la ciudad, que puede ayudar económicamente a un montón de personas para hacer las vidas de esos individuos mucho mejores y más juntas, cómo entender que esa persona que además es súper inteligente (no olvidemos eso), tenga la miopía descomunal de optar por la opción más peligrosa y menos eficiente de todas.

Es que si nos sentamos a pensar cuál es la peor de todas las opciones que tiene a disposición, seguramente ponerse un disfraz y salir a golpear maleantes (maleantes pobres) sea la peor, más peligrosa y menos eficiente para él.

Siendo superrico como Batman, cuesta entender que maltratar a criminales (recordemos de nuevo que ataca y hiere físicamente a personas pobres y no ricas como Bruce Wayne), sea lo mejor que puede hacer por la sociedad. Hay un asunto con el manejo del detalle que veremos en algún artículo futuro.

La historieta nos entrega entonces un mensaje simbólico muy potente.

La miopía del murciélago

Entonces Batman tiene varios pensamientos de fondo que no lo ayudan a ayudar de una manera eficiente para todos. O sea, defiende algunas ideas que atentan contra lo que él mismo busca y concluye todo en una madeja de intenciones y malas aplicaciones de ideas sin terminar.

Todo eso además llevado adelante por un personaje que según los cómics es súper inteligente.

Bruce no puede ver las innumerables posibilidades que su condición de millonario le brinda para hacer el bien y mejorar la vida de toda la comunidad. Él se concentra en cosas bien específicas, resolviendo problemas super concretos de una o dos personas en un momento. A veces, gracias al buen tino de los guionistas, aparecen científicos locos o villanos resentidos que los quieren matar a todos, pero estos son solo salvavidas de un concepto de fondo que no funciona.

Al final de cuentas cuando Batman sale a la calle a hacer el bien solamente está afectando la vida de una sola persona a la vez, cuando por ejemplo si hiciera un complejo habitacional para las familias sin hogar de ciudad Gótica estaría ayudando a un montón de gente de un tirón.

Sabemos que esos son dos problemas de índole distinta, pero los efectos de sus acciones no tienen grado de comparación.

Batman entonces termina siendo una forma más del sistema, o sea, es un policía con capa. Bueno, incluso es peor, porque si un policía es demasiado violento o hace mal su trabajo lo pueden denunciar y eventualmente lo pueden echar. Batman por otra parte es inechable, está clavado ahí aunque piense y ejecute todo mal, aunque lastime personas, aunque no sea bueno para nadie.

Un detalle interesante para subrayar es que a lo largo que el cómic se va desarrollando el personaje es cada vez más duro y violento. Es progresivamente más dañino para todos, especialmente para con los criminales, que si bien es cierto que son criminales, también es correcto decir que son personas que no tienen el mismo poder que él, ni físico ni económico, por lo que la ecuación de la situación se vuelve más compleja.

Entonces Batman ataca a esos criminales que son la personificación sin rostro de un tipo de maldad, sin darse cuenta que también podría acabar con una maldad muchísimo más grande y peor, aunque ya sabemos que Bruce Wayne elige la capa y la oscuridad.

Esto nos da el empujoncito para saltar afuera del cómic y preguntarnos: ¿qué tan problemáticas son las personas poderosas que no entienden el poder real que tienen? Y además, ¿cuántas veces nos toca ser Batman? ¿Cuántas veces intentamos ayudar de maneras muy ineficientes o innecesarias?

¿Hasta dónde somos Batman?

Esta estructura parece que tiene cada vez más formas en la sociedad en la que vivimos. Empezamos con el ejemplo del millonario que regala juguetes pero podemos también pensar en un senador que denuncia la injusticia por Twitter en lugar de buscar cambios reales, o militantes a una causa que prefieren gritar solos, desde la ventana de sus casas, en lugar de organizarse con personas que opinen igual para empujar la aguja hacia algún lado, bueno, hay un montón de ejemplos.

¿Cuántas veces estamos en una situación de poder frente a un grupo o persona que queremos ayudar y les damos exactamente lo que no quieren? ¿Son las formas que elegimos para comunicarnos e interactuar en pos de nuestras metas las más eficientes -o al menos no las peores-? ¿Cuántas veces en nombre de un objetivo muy noble se desarrollan injusticias inaceptables o procedimientos absolutamente ineficientes?

Y ya que estamos valdría la pena también preguntarse si las causas que defendemos y por las que luchamos en el día a día tienen la forma que más le conviene a nuestros objetivos o si por el contrario son nuestros objetivos los que están subordinados a la forma en que luchamos.

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